lunes, 24 de septiembre de 2012

CONTEXTUALIZANDO SABRA Y CHATILA

La semana pasada algunos medios de comunicación en España recordaban el 30 aniversario de la masacre en los campos de refugiados de Sabra y Chatila. Ciertos artículos intentaban convertir a Israel en el único protagonista de los terribles sucesos que allí tuvieron lugar.

No es nada nuevo el hecho de que Sabra y Chatila se han transformado en un símbolo político tras el cual se esconde una campaña de propaganda muy agresiva de palestinos que en el proceso, por un lado, borran hechos "no relevantes" y, por otro, inventan otros hecho y otras cifras para convertir esta tragedia, terrible ya de por sí, en uno de los hitos del conflicto palestino-israelí, aunque más bien pertenecería a los terribles sucesos de la guerra civil libanesa que a éste.

Para poner este episodio en su contexto y al mismo tiempo ofrecer una mirada diferente a la que suele verse y mucho más personal de lo acontecido en aquellos años en el Líbano, quiero aprovechar este espacio para publicar el artículo de George Chaya "De Romanos y Bárbaros".

Chaya es un periodista y profesor libanés cristiano maronita que vive en Argentina y que representa a los grupos de exiliados libaneses que luchan contra lo que sucedió con su país debido a la influencia de Siria y de Irán. Pero, por encima de todo, George es un amigo mío muy querido y me siento muy honrado en darle este espacio en mi blog.


De Romanos y Bárbaros

La única democracia de los países árabes fue sistemática y progresivamente asesinada desde 1975 ante el silencio y la mirada de Occidente. Europa jamás condenó el “Libanicidio” árabe. No lo hizo cuando el 13 de octubre de 1990, el ejército sirio asesinó 927 cristianos en Beirut y secuestro otros 2073, de ellos 1036 continúan desaparecidos al día de hoy. Como respuesta el mundo miro hacia otro lado. La propaganda fóbica continua selectivamente dedicada a Sabra y Chatila sin mencionar masacres como los campamentos palestinos de Taal Al-Zatar o Borj Al-Barajneh; cuya responsabilidad próxima al ejército sirio y al grupo Amal, no hacen rentables las masacres, incluso si en estas murieron 11000 palestinos, como ocurrió.

Para los que rechazamos la violencia, es imposible soslayar la muerte de refugiados a manos de los milicianos de Elías Hobeika, quien decidió vengar por propia mano el magnicidio del presidente Bachir Gemayel, asesinado en un complot sirio-palestino ejecutado por Habib Chatouni, del Partido Nacional Socialista Sirio (PNSS) el 14 de septiembre de 1982, dos días antes de las matanzas. Sabra y Chatila forman parte de una página más de la tragedia de sangre inocente derramada en la guerra civil libanesa. Esa tragedia incluye otros muchos actos de genocidio perpetrados desde el 3 de septiembre del 75 al 10 de junio de 1989 como: Deir Al-Ayach, Damour, Yieh, Cheka, Huche Baradah, Kab Elías, Aintoun, Jouneh, Khyam, Ka’as, Baalbeck, Batroun, Niha, Doumah, El Chouf y Zahle. Crímenes no mencionados y olvidados por el mundo, tal vez porque no puede culpar a Israel, tal vez porque no existían cadenas como CNN o Al-Yazira o tal vez porque los periódicos españoles no enviaban corresponsales a Beirut en ese tiempo. La selectiva memoria de organismos defensores DD.HH. y medios de prensa, se centra exclusivamente en Sabra y Chatila, los desgraciados hechos de 1982. Pero esta selectividad Occidental afecta a los propios palestinos, pues los defensores de los derechos humanos no hablan de otros crímenes que se repitieron en mayo de 1985, cuando el ejército sirio volvió a entrar en Chatila y asesino más de 600 palestinos en colaboración con la milicia chiíta Amal. Es curioso cómo si no hay un Israel cerca, no hay un sólo defensor de los derechos humanos tampoco.

El aquelarre de sangre de aquellos años marco también otras fechas dolorosas para el pueblo libanés. En septiembre del ‘83, 112 aldeas en Chouf fueron limpiadas étnicamente de cristianos por milicianos palestinos -incluido nuestro pueblo familiar, Dakkoum-. Entre el 25 y 28 de junio de 1978, un comando sirio al mando de Ali Dib, fusiló 243 civiles cristianos de Ka’as y Ra’as-Baalbeck, culpándoles de pertenecer a la resistencia cristiana; previamente, madres, esposas e hijas fueron violadas y sus propiedades incendiadas, ni un defensor de los derechos humanos levanto la voz. En agosto de 1979, tropas sirias y guerrillas palestinas atacaron Nuha, Amioun y Trípoli, causaron 708 muertos, 1620 heridos y 49 secuestrados-desaparecidos. Entre 1979 y 1982, los asesinatos masivos, secuestros, torturas y el exilio de miles de libaneses cristianos dieron a la ocupación sirio-palestina el control casi total del país. La prensa libanesa se debatía entre la censura y los asesinatos de periodistas. El 24 de febrero de 1980, el presidente del sindicato de periodistas libaneses, Salem Laouzi, fue secuestrado por el Mukhabarat sirio; su cadáver, despedazado, apareció días después en el bosque Aramouni, ambas manos estaban desintegradas por ácido, un mensaje mafioso usual a los pocos periodistas libres que quedaban en Líbano, ese sería el final de cualquiera que con su pluma enfrentara la ocupación siria-palestina del país. Sin embargo, durante todos estos años, muchas ONG’s, la izquierda internacional y medios de prensa se han dedicado a la tarea de criminalizar solo a un sector, que sin duda y como todos, participó de aquel Libanicidio absurdo. Pero con operaciones de prensa adicta solo impiden el descanso en paz de casi doscientos mil hombres, mujeres, niños y ancianos asesinados en esa guerra estúpida. Al no narrarse la verdad se continúa con la injusticia.

La patológica parcialidad de sectores ideologizados no hace sino evidenciar su miopía hipócrita al momento de dar importancia a los muertos. Los falsos progresistas, siempre listos y complacientes en el apoyo de regímenes brutales y asesinos se reflejan en su propio espejo, gustan de vivir los beneficios de ser Romano, pero aplauden a los Bárbaros.
George Chaya
 


Lior Haiat
Portavoz de la Embajada de Israel